Este fue un cuento que escribí para presentar en un concurso regional. No
pude con mi genio y salió así, un poquito cruel. El tonto y la huérfana. O una oruga no precisa
algo más que su condición de oruga mientras no se entere que se convertirá en
una mariposa. Me encanta Amancio el protagonista y a veces me pregunto por qué
razón el ser humano discrimina tanto.
Una
brisa olvidada en la ventisca.
Amancio no era un hombre común. No era un hijo
como todos los demás. Desde chiquito lo habían escondido en lo más profundo y
oscuro del rancho. Ni siquiera la luz podía observarlo. Amancio no entendía
por qué las estrellas brillaban y eran tan hermosas, por qué las margaritas
crecían y su perfume lo cautivaba. Ignoraba por completo las necedades de los números
y la arbitrariedad de las letras. Jamás comprendió por qué la Mama y el Raúl
(su hermano) no lo llevaban a ningún lado. Por qué capricho de la injusticia el
rancho era todo lo que Amancio tenia permitido conocer y una magra vida de 300
metros cuadrados constituían toda su existencia. Hasta que Amancio una tarde
aduladora por fin entendió la razón de tanto recelo. Amancio al fin supo cuan
especial era, supo que los demás podían ser mas inteligentes y llamarlo el bobo
o el tonto, pero el podía amar, amar igual o mas que ellos. Y lo entendió el
día en que el cielo y las estrellas y las flores, la dulzura y toda la belleza
de la brisa se reunieron en un simple segundo. Lo supo el día que sus ojos
conocieron a Araceli y su corazón se detuvo en seco. Dejo de latir para siempre
de la misma manera aburrida, desapercibida y monótona de todos los días para
empezar a cantarle en el pecho y a corearle como una melodía sublime en el
alma.
Amancio comprendió,
en la festividad de sus latidos, que Araceli era la única luz de su vida y el
único motivo de su existencia.
Pero los
demás no…
A los
otros les costaba comprender que el bobo carecía de entendimiento pero le
sobraba corazón. Los otros, aun mas bobos que el, iban a presentarle batalla.
- ¿Tenías necesidad de
traerla a esa negrita hasta la casa Amancio? -, le decía la Mama. - Si ya estaba partiendo para Buenos Aires. Esa niña no sirve para
el trabajo de campo. Solo para refregar inodoros - y Amancio, prudente, remiso se callaba y almacenaba las
contestaciones.
No vaya a ser que me deje un ojo en compota, pensaba.
Pero la
Mama, no era la única
persona que lo molestaba, también estaba su hermano: el Raúl, mirándolo ofensivo
detrás de un rostro atiborrado de marcas como una piña de viejas guerras con el
acne; diciéndole con desprecio:
- Dejala Amancio, esa
negrita te va a traer muchos problemas.
Y
Amancio rogaba y suplicaba que lo dejaran vivir tranquilo. Aunque por mucho que
lo intentaba la Mama no escuchaba sus ruegos. Raúl era su hijo preferido y
Amancio el hijo que nunca hubiera querido tener.
Si hasta
la llegada de Araceli a la vida de Amancio éste no se codeaba con el mundo, no
conocía a nadie, solo a la Mama con sus gritos y al Raúl
con sus órdenes. Si el buen dios les dio la inteligencia ¿para qué la usarán
para molestarme?, pensaba Amancio.
Pero cuando se precisaba clavar, o cortar leña, o salir en las noches de helada
a tapar los caballos y el gallinero, Amancio, eterno, adusto, se presentaba con
un si fácil entre las cejas. Y lo hacía por simple cariño a su Mama y al Raúl. Me lastimaba las manos sacando la hierba
mala... Para ellos no mas... Si ellos eran los únicos que amaba, pensaba. Sin embargo, ellos, jamás conocieron
las opacas sabidurías de Amancio; jamás se enteraron, ni comprendieron nada de
las cosas que el bobo sabía. Para ellos el bobo no merecía saber, no merecía
cariño y mucho menos algo de atención. Un alma simple sobrevive con poco, como
los yuyos, opinaba Raúl. Pero Amancio algo sabía y a él eso le alcanzaba.
Amancio era un observador nato de la naturaleza y gozaba de ese don particular
como nadie. Conocía a la perfección todas las especies existentes de pájaros,
de insectos y de árboles mesopotámicos, aunque, lógicamente, en este mundo
rancio y materialista no le servía de nada.
Sabía,
por ejemplo, que habitaban en un ranchito en Entre Ríos. ¿Y que es Entre Ríos?
, le preguntaban. Mi provincia Mama y mi país Argentina. ¿Y que es la patria
Amancio?, le preguntaba Raúl, para molestarlo nada mas. ¿La patria?... Ummhh,
no se. A ver. Déjenme pensar… Ustedes. Ud. Mama. Si, Ud. Mama. Con sus guisos,
sus arrugas de aguantar soles y noches, como el sauce del gallinero, que de
tanta vida consumida, terminó pelado. Y quien más que vos Raúl, si para hermano
no pude tener otro mejor.
Amancio
hacía de todo. Lo que precisaran. Al momento. Eso si: no sabía ni leer, ni
escribir, ni sumar y desconocía todo lo referente al amor. No le da la cabeza, decían
ladinos. Aunque tampoco nadie había intentado enseñarle a usarla.
¿Yo?... Yo no estoy para esas cosas, pensaba Amancio, y además ¿Para
qué las quiero?... Si la Mama y el Raúl las hacen por mí... No, a mi déjenme
con mi fuerza... La inteligencia fue hecha para los miedosos.
En el
campo no sobrevivía bullicio atmosférico que amedrentara a Amancio cuando
trabajaba feroz. Y conocía con exquisitez los antojos de las gallinas, las
pretensiones de la huerta, los sinsabores de la entrega. La Mama tenía razón. Para qué aprender, si es mas lindo el campo y los
esteros y bracear la bomba de agua. Pero si Amancio hubiera aprendido, si
aunque más no fuera le hubieran enseñado algo más de la vida, Amancio sabría
como comportarse ante ellas.
Como él Raúl: que gozó de mujeres, y lindas
algunas...pensaba. Si hasta
los escarabajos rinoceronte encuentran pareja. Y no existe bicho más tonto y
rastrero que el escarabajo rinoceronte; nacieron para eso: para dejarse atrapar
y pisar...
- Amancio vos no estas
para esas cosas, deja el criar gurises para los que pueden. - sentenciaba la Mama.
¿Y cuántas cosas mas no debe hacer el tonto
Mama?.. Si por lo menos Ud. me hubiera explicado algunas... O me va a decir que
las vacas siempre supieron quedarse mansitas para que las soben.
No
obstante, con toda la razón de su lado, la vida igualmente le soplaba ingrata
al tonto de Amancio; resistiendo los días entre soles púrpuras y soles de cobre;
luchando sin reparos con la jactancia del campo y la presunción ajena; viviendo
de sus manos torpes y fuertes; de la tozudez de su espíritu. Nada mas exigía
para ser feliz. Sin embargo, un oruga tampoco precisa algo mas que su condición
de oruga. Sin embargo...
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El día
atípico que el bobo visitó el pueblo fue el tonto mas admirado del mundo. El
mas alegre. Tantos años en cuarentena afectiva habían encarnado su sonrisa en
ese momento sublime. El pueblo entero contuvo la respiración al verlo. Los
hombres maldiciendo por haberlo conocido y las mujeres rogando conocerlo a
fondo y renegando por haber consumido tantos años sin admirarlo. Es que el
tonto era hermoso. Desconocedor silencioso de sus variados orgullos físicos.
Beatífico, alto, gigantesco para la media masculina del pueblo. Formidable,
rubio, de ojos claros y suaves, tan claros que les faltaba algo. Las veredas
del pueblo se asquearon de chismerío con su presencia; explotaron con los fuegos
artificiales de la curiosidad. "De donde lo sacaron, es hermoso",
decían. "Vaya a saber una", "Esos ojos, ay dios mío, tienen el
color del campo", "Voy a hablarle", "¡No! yo, yo voy,
necesito hablarle mas que Uds.", "Pero que dirá el Romualdo si te
ve", "Que me importa lo que diga ese estúpido", "Anda a saber si no es extranjero", "No;
no lo es: es el hijo menor de esa vieja vizcacha y huesuda", "De
veras; cómo pudo tener un hijo así", "Miren ¿porqué mirará todo con
esa expresión de tarado?", "El mal de ojo debe ser el culpable, la
envidia". Y el tonto paseó su físico de roble inocente por el pueblo y
también observó despreocupado a las mujeres sin entender porque ellas lo
derretían con la mirada y los hombres lo fulminaban con los ojos como trabucos.
"¿No vio a mi madre, por aquí señor?" le preguntó a uno.
"Búsquesela Uds. mismo." le contestó recio aquel; y una de las
mujeres sin pareja lo ayudo gustosa a buscar a su madre; y escasos minutos mas
tarde la mujer regresó y dilapidó el chisme por las veredas como lengüetazo de
sapo. "¡Es tonto!, ¡es un tonto!, demasiado tonto", "Que
lastima, tan lindo", "Que decepción, que desperdicio",
"Y... Yo les dije, no pudo resistirlo desde chiquito y quedo tonto", dijo
otra "¿Que cosa no pudo resistir?", le preguntaron “Y, el mal de ojo,
la envidia".
Y
Amancio se retiró del pueblo despedido por las miradas entristecidas de las
mujeres y los gestos jubilosos y aliviados de los hombres. No obstante, toda
criatura tiene reservada su oportunidad divina, hasta los escarabajos
rinocerontes; y cuando la Mama lo
mandó a traer unas pesadas bolsas de harina, Amancio regresó con cuatro bolsas
al hombro y el corazón dándole tumbos en la boca. Había visto y sentido lo
prohibido; ni sus ojos, ni su cuerpo, ni su alma estaban acostumbrados o
prevenidos ante semejante claridad y belleza; el tonto, el bobo, sin preverlo,
había visto por primera vez a Araceli en la estación del tren, quietita, tenue,
acariciada por el aire interesado de la tarde, desafiando las resolanas con su
piel acaramelada fatigando los sinsabores; hasta que, Amancio cuando la sangre
le retorno al cuerpo volvió a observarla una vez mas y Araceli con su levedad, con
sus ojos perdidos en las vías del tren, como por arte de magia, alcanzó el alma
solitaria de Amancio. Deteniendo su respiración, su corazón y su alma, para
siempre.
Ella se quedó mirándome, pensaba, las piernas me temblaban... La tierra se movía... Dios era hermosa,
Araceli no preciso mas
que mover suavemente los labios intentando hablar
para susurrarle, pegajosa, a su corazón; y, sin derroches de
preámbulos ni letargos, Araceli arribó a la vida de Amancio, (del tontito),
pretenciosa, enamoradiza y eterna. Pero Araceli incluía un problema.
Es claro: Dios se las ensaña con algunos y a
otros les regala con gusto, pensaba
Amancio
y cantaba eternamente
"Las
penas son de nosotros... las vaquitas
son ajenas…”
Araceli,
estaba embarazada, tan jovencita y frágil como un capullo, pero embarazada.
Culpable únicamente de trabajar en la casa de un adinerado de la yerba mate.
Cuyo vástago era un galán de poca monta, empedernido e insensato, el cual,
aprovechador, embarazó a Araceli. Y nada mas que eso. Porque el muchacho se
borró irresponsable y los patrones, enceguecidos de impiedad, la despidieron;
la dejaron sin trabajo, sin padre para el niño y sin futuro. Tampoco la
quisieron en su casa materna "Somos demasiados ya", le dijeron. Y Araceli
lo sabía. Quince en un ranchito. "Éramos mas gurises en el rancho, que
ladrillos en las paredes", comentaba Araceli; y, abandonada, buscando un
futuro para su hijo, pensó en marcharse a Buenos Aires para conseguirse un
trabajo y un techo; fregando las pisadas de otros y enjuagando transpiraciones
ajenas.
Pero así
como el buen señor castiga sin palo y sin rebenque también da sin tesoros ni
aguardiente; y Aracelli tuvo una gota de suerte y conoció a Amancio, ahí nomás,
en la puerta de su viaje; y nunca comprendió que, ni como hizo, para enamorarlo
tanto. Nunca creyó que pudiera enamorar a alguien de esa manera tan avasallante.
Ella era así: tan dulce conmigo, pensaba Amancio
Todo
cambio para Amancio. Del sol trabajador a la luna charlatana apareció alguien
que se preocupaba por él sin exigirle nada a cambio, sin darle órdenes ni
gritarle. Una persona hermosa que lo atendía y cuidaba con cariño; y Amancio,
apresurado, la llevó a su casa. Aunque, por supuesto, no poseía otra casa mas
que el rancho y la familia, sin embargo la llevó y la Mama, enojada y celosa, lo echó. Lo echó casi sin abrir la
puerta, como sé trata a los enemigos, dándole la espalda. Y Amancio, como pudo,
se las ingenió mientras lagrimeaba, mientras Araceli le decía empalagosa.
"No importa, no te preocupes por mí mi amor: me voy para Buenos Aires,
dicen que halla el trabajo fluye como el manantial; hago algo de dinero, lo
junto y después vuelvo, y nos vamos a vivir donde sea con el bebe".
"No mi gurisa. La novia del Amancio no se va sin él. Usted no puede andar
por ahí trabajando con desconocidos. Esas ciudades son inmensas, me decía la Mama, uno se pierde con facilidad en
ellas, y nadie le va a decir como encontrar el camino. Recuerde que Ud. abriga
un niño en su panza y los niños son tan frágiles como los panaderos”.
Pero
Amancio, no conocía mas que aquellos pagos, mas que aquel anémico rancho de
lata y madera, y los esteros... Y ya que la
Mama y el Raúl me echaron... Yo construiré mi propio rancho, se dijo.
Para él
no era una tarea difícil, con tamaña fuerza y vigor podía, si lo deseaba,
cortar con las manos y moldear las piedras con los dedos como un hornero moldea
el barro con el pico. No preciso ni hacer
sumas ni nada, pensaba, y aparte Araceli
sabe mas que el Raúl y la Mama juntos... Y yo tengo la fuerza suficiente para
cargar las maderas más fuertes y pesadas... Que tanto.
Y los
dos se aguantaron el sanguinario frió, arrimaditos, y los bichos en el piso, y
la humedad diluyendo sus ilusiones, pero Amancio pudo con todo y contra todos,
y construyó un precario rancho; unas paredes acunadoras y protectoras donde el
carancho puede acercase pero no entrar.
“Las penas son de nosotros... Las vaquitas
son ajenas…”
Mas
tarde la Mama extrañada por que su
hijo no retornaba, desconocedora de la voluntad de Amancio, fue a visitarlo con
Raúl hasta su bisoño ranchito, sin fijarse en ningún momento en lo que Amancio
había construido; Solo observaron con odio a “esa”
que les había arrebatado al tontito de las rejas. "¿Querés una mujer
entonces?, pues bien, tenés que trabajar." le dijo la Mama. "¿De que van a vivir sino?", agregó Raul.
"ella deberá ayudarme con la casa Amancio". “y vos a mí con los
caballos". Y ambos trabajaron de sol a sol. Araceli lavando y cocinando para todos, con
el bebe bamboleándose silencioso y pataleando caprichoso entre sus entrañas.
Juntos soportaron el asedio diario. El rencor de los otros, empachados con el
admirable amor de ellos. Si hasta el Raúl
le daba ordenes a mi mujer... La trataba como si fuera un tronco. "No
importa Amancio, son tu familia y por lo menos no nos abandonaron como la
mía.". "¡Tu! eres mi única familia ahora Ara". "No digas
eso, amor". "No lo digo: me brota solo"
Con Raúl
trabajaron juntos sin descanso. En realidad Raúl se aprovechaba astutamente de
la fuerza y estupidez de Amancio. Como habitualmente sucedía. Aunque, ahora,
cuando no cargaban los ladrillos en el horno, o cuidaban de los caballos,
Amancio, por primera ves en su vida, acompañó a Raúl hasta el pueblo, con su
fila de pingos mansitos. En eso consumía su vida Raúl: alquilando monturas a
los turistas deseosos de jinetear un corcel. Sin mover un dedo, sin transpirar,
mientras Amancio realizaba el trabajo duro y sudoroso en el rancho. Raúl nunca
lo había llevado con él. "Nadie alquilaría un caballo criado por un tonto",
sentenciaba. Pero esta vez lo llevó y Amancio lo acompañó loco de contento. No
obstante, Amancio deseaba golpearlo, Raúl le gritaba a su mujer y la trataba
como si fuera un postigo y eso no lo podía soportar. No pueden dejarme en paz... Por qué no intentan conocerla a la Araceli...
No hay sobre la tierra ser mas dulce que ella.
Hasta
ese otro día desconocido que Araceli lo esperó desnuda en el precario ranchito,
empapada de seducción, y Amancio conoció el secreto del sol y murió para luego
volver a renacer indigestado de ternura.
Raúl y la Mama, impotentes, vieron como Amancio
iba dejándolos de lado a cada amanecer. Cómo se las arreglaba solo para
terminar de construir su rancho y ya no los obedecía, y cuando contemplaba los
ojos de Araceli, los ojos de Amancio sudaban miel y los de ellos odio. Una
tarde llegó a gritarle a la Mama
cuando ésta le daba órdenes a Araceli y casi le levanta la mano descontrolado.
"¿Qué haces Amancio?", le preguntó asustada la Mama, "Ella es mi mujer Mama ¿no lo entiende todavía? Lleva
un hijo en sus entrañas y no puede estar haciendo fuerzas y soportando sus
gritos". "No le grites así a la
Mama", se metió Raúl imperioso. "Usted se calla. Que también ya
me tiene podrido con estar mangoneándola todo el día. ¿Qué se cree?".
"Todavía eres un tonto para andar gritando ¿no te das cuenta?" le
contestó burlón y soberbio Raúl. Y ahí nomás el tonto, enorme, eficaz, le pegó,
lo tiró sobre la mesa y le rompió las costillas y lo paseó por el piso de
tierra sosteniéndolo de los pelos hasta el gallinero; y si Araceli no se
interponía justito para frenarlo con toda su dulzura lo mataba. "¡Grítenme
a mi mierda!, ¡péguenme a mi!, trabajaré el doble, se los juro, pero déjenla
tranquila" gritó llorando. Y corrió. Corrió dando tumbos, con el corazón
ensangrentado de lagrimas.
Mas
tarde la Mama se acercó al endeble
ranchito de Amancio a pedirle perdón. "Es cierto, perdónanos, no nos dimos
cuenta cuanto la amas. Perdón". Y Amancio lloró emocionado y también Araceli,
y la Mama les comentó una nueva idea
delirante y extraña que tenia: "Araceli, hija mía, debes aprender a
montar", "Pero ella esta embarazada Mama" "Justamente por
eso; los niños suelen nacer mas fuertes si montas cuando los llevas en el
vientre" "La Mama montaba
con vos todos los días decía el viejo, y mira que fuerte saliste", le dijo
Raúl a Amancio, asqueado de magullones, con la mirada abriéndose paso
dificultosamente a través de la hinchazón por los duros golpes de su hermano…
el tonto. Y Amancio y Araceli accedieron. "Si es por el bien del niño
contestó el tonto..........
Al otro
día, un día pulcro, celeste, embustero Araceli acompañó a la Mama hasta un claro en la espesura mesopotámica con todos los
caballos trotando juntitos. Amancio quería ir con ellas y ayudar a su amada a
montar, pero no lo dejaron, "Una mujer debe enseñarle, y para eso estoy
yo" y se perdieron en la hojarasca amansando la madrugada. Amancio se fue
con Raúl al horno de ladrillos y se despidió de Araceli con un beso. Pero
mientras Amancio, sudoroso, cargaba en la caretilla más ladrillos de los que
puede cargar una mula, escuchó gritos desesperados a través de la frondosidad y
un segundo después esos gritos sonaron como los de Araceli en peligro y quiso
correr para ver que pasaba. Raúl intentó frenarlo: "Estará asustada, no te
preocupes", pero, Amancio, escuchaba los gritos ansiosos. Los: "Por
favor" y "Ayúdenme" casi al limite del horror. Raúl trató de
frenarlo colgándose estúpidamente de sus hombros, pero Amancio corrió con Raúl
flameando aferrado a sus espaldas como una bandera de carne abombada. Cuando
Amancio llegó desorbitado al claro observo a su mujer tratando de domar a un
caballo desbocado, corriendo a unos cien metros de él, entre amenazantes
cipreses y nogales.
¿Pero cómo? ¿No deberían estar en un claro? Pensó.
Observo,
tieso, preso del terror. Su madre sostenía a un costado los restantes caballos,
los de alquiler, más sosegados, más tranquilos, mansitos.
No, dios mío.
Amancio
vio a Araceli encima del trastornado sotreta dando tumbos contra el lomo
brillante del animal, gritando que la frenaran con el rostro lechoso del pánico
y los pelos salivados por el viento. Amancio dudó, estaba confundido, aquello
no podía estar ocurriendo.
No era que Iba a montar uno mansito Mama, pensó.
Pero no.
No era uno mansito. Y Raúl y la Mama
gritaban "Para detenerlo pegale con los pies" "Soltá las
riendas".
No, así no. Así no es. Es al revés, pensaba Amancio
Y el
caballo negro, el que usaba Raúl para liderar a los otros, el potro de un
avezado jinete, propenso a los desbandes, corría endemoniadamente entre los
árboles con aquel jinete rebotando inútil en su lomo, y aquel jinete era Araceli,
y sabía tanto de monturas como Amancio de multiplicación.
El
delirio prosiguió hasta que Araceli golpeó los árboles con sus rodillas y cayó
al piso como un muñeco de trapo y Amancio corrió esperanzado a ayudarla,
mientras pensaba que no estaba montando un caballo sumiso sino, todo lo
contrario, un enérgico corcel, y no estaban practicando en un claro sino,
rodeados de troncos punzantes.
Amancio
alcanzó el cuerpo de Araceli y se arrodilló a su lado.
Pero ¿Por qué ella dios mío?.. Si nunca vio la luz mala, si no cabían en
sus ojos la amargura... Tan llena de vida como las madrugadas... Era tan difícil entender: yo la amaba... Y
ella lleva un guri en sus entrañas... Mi gurí... ¿Por qué? El hijo que
Amancio no podía tener; y el pobre lo comprendió ahí mismo, arrinconado contra
el cuerpo maltrecho de Araceli. Dios mío,
maldita la suerte que me acompaña... ¿Por qué más sufrimiento si con ser tonto
me alcanzaba?; y lo único que Araceli alcanzó a decirle, moribunda entre
sus brazos, con los ojos llorosos fue:
"No
pude controlarlo Amancio. Lo intenté pero se desboco. Es que todo se veía tan
alto arriba del caballo. Perdoname por defraudarte Amancio, por favor,
disculpame". Y Amancio, muy dentro de su alma, se tragó las palabras,
aunque guardarse pensamientos amargos atrae carroña como un animal muerto; pero
algo en su interior, una vos desconocida de su espíritu lo contuvo, y no pudo
contarle la verdad; la verdad que sólo él sabía. "No fue su culpa mi
gurisa, fueron los esteros que hoy se levantaron con la izquierda. Se va a
poner bien. Mire que el Amancio no podría vivir sin Usted mi gurisa.", le
dijo, pues con la verdad no le devolvería la vida, y la verdad, esta vez, no le
daría descanso a su espíritu.
Las
penas son de nosotros... las vaquitas son ajenas...
Amancio
lloró y ni su madre ni su hermano vinieron a consolarlo. "Fue el
destino" le decían. "Para qué ansiabas una mujer que iba a tener una
criatura que no era tuya y solo sembraba el desacuerdo en la familia".
Pero ellos no sabían o no querían saber... los polos iguales tienden a
atraerse. El tontito y la huérfana. Unidos por un amor diferente.
Y ahora ya no me queda nada, solo los dedos
de la mano y esta maldita condena, pensaba.
Y
Amancio huyó; otra vez. Se fue de la peor manera. Se fue dándoles la espalda.
Desapareció entre los esteros conspicuos; y solo dios sabe donde enterró a su
amada; y con ella enterró lo poco de humanidad que le quedaba y eso que los
tontos y los locos la tienen de sobra... y de la buena.
Pero la
primavera siempre regresa dirían contentos los escarabajos como así también el
otoño; y Amancio regresó... aciago... nefasto. Y a cada paso su dolor crecía
como el frío a través del invierno. Ellos
nunca creyeron en mi... Era el tonto, el inútil, el hermano menor... ¿Cómo iba
a saber yo a quien amar ?.. No... Claro... la Mama tenía que decidir por mí...,.
No
obstante Amancio ya tenia todo preparado y ellos, esta vez, no sospecharon lo
poco que le costo decidir y planificar al tontito.
Si al final fue culpa de ellos si una
tormenta vino tranquilita a instalarse odiosa entre nosotros... ¿Que podían
vaticinar ellos de mi?.. Claro es el tonto... Están seguritos que regresare
pidiendo ayuda.
"Ya
va a volver Mama, no se preocupe", decía Raúl.
Amancio
esto. Amancio aquello. Amancio. Amancio... Castrado de por vida. Y una mierda Amancio... Esta ves se equivocaron fiero con el Amancio... A algunos nidos de hormigas es
mejor no pisarlos enseñan los esteros, ni siquiera con alpargatas de cuero.
Pero,
por supuesto, ellos no iban a escucharlo. Y aquel fue su peor error. Porque el
tontito si escuchó sus ronquidos durante esa noche defectuosa. El tontito
caminó a sus anchas por el rancho mientras ellos dormían y la noche convencía
de silencios al viento y la luna acunaba los perros. Amancio manejaba a la perfección
los sigilos, eso sí, ellos lo sabían. Sabe como pasar desapercibido y no ha
nacido el gallo todavía que se le entere a Amancio del degüello. Amancio sabe
la manera de caminar sin despertar los ruidos, sabe como no asustar a las
cucarachas y entrar despacito por la ventana. ¿Que me dicen ahora eh?.. Ni sus
propias camas oyeron mis pasos, pero estoy aquí, respirando entre sus caras y
sin que lo sepan... Pensaron que el tonto nunca iba a poder... "Lo va a
derrotar la indecisión" "Se va a trabar como siempre"
"vendrá con la cola entre la patas"... Error... Se descuidaron... y
del descuido de las moscas suele aprovecharse la mamboretá
Y abrir
la garrafa del gas le fue tan sencillito a Amancio como a ellos cambiar un
caballo mansito por un potro bravío; y prender el fósforo, le fue tan fácil
como a ellos…
Apagar
el suyo.
(1) En algunas provincias de Argentina se usa el pronombre junto al nombre ejemplo: el Daniel, La Juana en vez de Daniel o Juana
uma historia bella de una madre malvada que no repeto asu hijo y lo uso hasta que pudo, no se dio cuenta que un dia DIOS lo ayudaria.....no tubieron piedad!!! mataron sus ilusiones, pero el, se cobro la afrenta, .el hermano y la madre eran mas ignorantes que él, Una historia realizada para que se comprenda la ignorancia de los que creen ser mejores,
ResponderBorrarGracias por tus comentarios carolinaines gonzalezcordero y si, siempre es mas ignorante el que se cree mejor o superior.
BorrarUna belleza de letras!!!
ResponderBorrarAmalgama de sentimientos, amor, odio, celos, tiranía, ternura, dolor, abuso de poder, ¡ maldad engendrando maldad! ficción?, no tanto, el mal anda suelto!
Me encanto!!!!
Bueno, muchísimas gracias pepa llorens, lógicamente me encanto tu reseña jaja. Muy alagado y feliz que te haya gustado. Y la próxima ves que lo comparta voy a incluir en el link eso de amor, odio, etc hasta el mal anda suelto.
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