Este cuento trata sobre una expedición a un
planeta al cual una terrible criatura aniquiló toda la vida e inteligencia. Y
de las tribulaciones de una avanzada computadora por tratar de transformarse en
algo más que solo bits e información; transformase en una conciencia
artificial. Para lograrlo deberá recurrir a algo casi imposible de entender
para una Inteligencia Artificial.
La
oscuridad del infinito.
El
planeta era sombrío. Hacia eones que había muerto. El agua se había secado y su
corteza lucía como el cadáver de una anciana agria y solitaria. Las sondas y
los scanner habían detectado algunos despojos y señales de que alguna vez la
vida había colmado los ahora yermos valles y las áridas y escarpadas montañas.
Incluso había algunos pequeños restos de una civilización muy avanzada
desperdigados por ahí luchando agónicamente por no ser sepultados por el
tiempo. Restos de una civilización que había desaparecido misteriosamente
dejando tras de sí solo el viento. Un viento frío e incesante que lo dominaba
todo como el llanto doloroso de una niña. Un viento que junto a la soledad
imperante insuflaban al planeta de un sentimiento de maldad sin parangón.
Algo
extraño había ocurrido en ese mundo desolado. Una civilización no desaparece
así porque sí pensaban los cuatro tripulantes de la 9 de julio. Y el solitario
y doloroso planeta era una clara muestra de que había sido algo terrorífico y
fulminante.
Todos
los bio-sensores de la nave aseguraban que ya no existía ni una mota de vida en
el planeta.
Todos
menos uno.
Ada y Nave.
-
Maldigo la hora en que tuvimos que descender en este planeta - afirmó Ada; que
debía hacer un enorme esfuerzo para dar cada paso con el traje – A quién se le
pudo ocurrir semejante tontería. No hay nada lindo en este planeta. Qué le
vieron de interesante.
-
A mí - le contestó Nave a través del
comunicador - A mí se me ocurrió Ada. Aunque la decisión de descender no fue
mía en realidad, yo solo me limite a cumplir con mis directivas. No tuve
opción. Pero el capitán si, él tenía la última palabra. Él fue quien decidió
explorarlo.
-
Si, lo sé. Sé que no depende de ti tomar las decisiones de la misión, pero
seguramente te habrá parecido interesante bajar y estudiarlo.
-
Como te dije Ada no depende de mí, yo soy solo circuitos y cables como decía
Josefina. La presencia del planeta activó uno de mis programas de exploración y
ya no pude hacer nada para evitarlo.
-
Que feo no poder decidir qué hacer y qué no – sentenció Ada. Su vocecita se
escuchaba temblorosa y asustada dentro del casco, pero decidida - Mi madre
siempre me decía que nunca hiciera lo que no quisiera hacer.
-
Pero en este caso no fue tan así Ada. De haber sido yo el capitán seguramente
habría tomado la misma decisión. El hecho justamente de que el planeta
estuviera tan desolado y con esas señales tan claras de que alguna vez tuvo
vida inteligente es algo muy difícil de resistir. En el fondo no se trata más
que de pura curiosidad Humana. Aventura, ciencia y descubrimiento al mismo
tiempo son un coctel demasiado irresistible, incluso para una computadora como
yo.
-
Para mí no. Para mí era horrible. Era lo mismo que entrar a un cementerio de
noche. No le veo ni la aventura ni la ciencia a algo tan feo. Si hubiera
dependido de mi habríamos descendido en un planeta hermoso, de aguas violetas
cristalinas y con hermosas plantas de colores.
-
Si, probablemente tu inocencia y candidez nos hubieran salvado.
De
pronto Ada se detuvo, incluso pareció que dejaba de respirar.
Nave
analizó los indicadores externos e internos del traje. Los externos le
aseguraban que Ada por fin había llegado al hueco.
Los
internos, que estaba paralizada por el miedo. Para colmo, para atemorizarla aún más, del interior
oscuro y misterioso del túnel emanaba una corriente de aire aún más gélida y
que clamaba como un fantasma.
Transcurrió
un tiempo que a Nave le pareció interminable y que al corazón de Ada lo más
parecido a la muerte.
Entonces Ada por fin suspiro, se agachó y
observó aterrorizada el interior del hueco. El hueco no tenía más de un metro
de circunferencia y era escarpado y tenebroso. El indicador de temperatura
exterior de su traje marcaba casi veinte grados bajo cero.
Tenía
que entrar, sabía que no podá dejar de hacerlo.
Sintió
escalofríos, aunque sólo de trataba de un sentimiento porque su temperatura
corporal, controlada por el traje, era óptima.
-
El traje responde bien Ada. - le comentó Nave - Tranquilizate.
-
Si, lo sé, pero tengo miedo. Esto está muy oscuro. Estás seguro que no hay
ningún tipo de peligro. Hay un silencio y una oscuridad espeluznante.
Ada
recordó que de pequeña le tenía pánico a la oscuridad o al quedarse encerrada
en un placar o en una gruta o en una cueva y que nadie escuchara sus gritos. No
le gustaban los espacios cerrados y recordaba viejos videos de chicos que
habían caído en huecos o por diminutos caños en los conductos de ventilación de
la base en la luna y tembló. Pensó que si algo fallaba quedaría atrapada en el
túnel y moriría de angustia y de asfixia. Aunque ese era el menor de sus
problemas, porque el túnel también podía derrumbarse.
-
Ada, vas a entrar.
-
No tengo alternativa. Ellos están ahí y alguien debe ayudarlos y tú
desgraciadamente para mí no podes salir de la nave... Sos la nave en realidad.
-
Pero por ti lo haría Ada. Creeme. Si fuera posible por ti lo haría. Iría hasta
el centro de este inhóspito planeta con tal de ayudarte.
Ada
agradeció el comentario de Nave. Nave era un ordenador, lo último en
inteligencia artificial de algoritmos genéticos “GA” acumulativos, ella sabía
de lo que era capaz esa máquina, pero fingir un comportamiento humano,
demostrarle un poco de cariño en esos momentos difíciles, le venían demasiado
bien, le daba un poco de seguridad y seguridad era lo que más necesitaba.
Después de mirar por enésima vez el pasadizo tratando de encontrar algo que la
impulsara a meterse dentro tomó valor, aspiró, puso el cronometro en cero como
le enseñó Nave y se metió a horcajadas en el hueco.
Lo
que no tenía presente Ada era que Nave de verdad sentía ese sentimiento por
ella. Aunque no le gustaba que lo llamaran Nave. Desde el mismísimo momento en
que los otros tres tripulantes habían desaparecido y ellos dos se habían
quedado solos dentro de la 9 de julio (solos en ese mundo desolado que los
había recibido con una crueldad para la cual ninguna enseñanza ni academia
espacial ni subsistema de aprendizaje los había preparado), Nave llegó a sentir
algo mucho más allá del compañerismo o la unión tripulante ordenador básica.
Sentía algo inconcluso, un hueco en sus factores de certeza difícil de
compilar. Algo que no tenía forma; y por mucho que investigó y cotejó en sus
rutinas, subsistemas de experiencias y algoritmos de comportamiento humano almacenados
en su memoria no encontró nada; solo un bucle vacío. Era algo que no podía
comprender; y el solo hecho de analizar o calcular posibles casos o
probabilidades de quedarse solo, sin Ada, le asustaba. Tras largos análisis
llegó a la conclusión que no era miedo a quedarse solo sino miedo de perder a
Ada, de que Ada muriera.
Ada
desconocía las confusiones de Nave; la desigualdad entre sus algoritmos, sus
percepciones y sus parámetros de incertidumbre. Asustada y al borde del llanto
recorría cuerpo a tierra el interior desolado, oscuro y tenebroso del hueco
ayudándose con los codos. Para colmo el reflector del casco iluminaba tan solo
unos metros por delante y desconocer qué le esperaba más allá de la luz
aceleraba su corazón hasta límites exorbitantes. Por momentos pensaba que ese
perverso y horrible ser maligno del que hablaba Nave se presentaría delante de
ella y en la dificultosa posición en que se encontraba, aprisionada por las
paredes del hueco, no podía ni correr, ni cubrirse, ni siquiera dispararle con
sus armas porque el traje de combate no había sido pensado para huecos de ratas
sino para usarlo parada. "Dios mío que hago aquí", se dijo. Estaba
muy nerviosa, temblaba y respiraba como si fuera la última vez en su vida.
-
Ada tenés que calmarte. - le dijo Nave modulando el tono de su vos para
infundirle calma - Por favor. Tu ritmo cardíaco va demasiado rápido. Si lo
deseas te cuento unos chistes o comentarios que el capitán me ha contado en
otros momentos menos turbulentos.
-
No, te lo agradezco. Sos una computadora demasiado compasiva Nave, pero no
puedo. Tengo que concentrarme. Esto está muy oscuro y apretado. ¿Cuánto falta
para llegar al final Nave? No sé si voy a poder resistir esto.
-
Poco. Ya falta poco.
-
Ya sé que me estas mintiendo. Pero igual te lo agradezco.
-
Nosotros no mentimos, desgraciadamente no podemos.
Ada
continuó reptando. Por momentos el túnel presentaba una angostura tan estrecha
que debía inclinar su cuerpo para pasar; introducir primero la cabeza, después
girar el tórax y por fin superar el escollo. En esos momentos creía que sus
pulmones implosonarían. Le costaba respirar como si las oscuras paredes del
túnel fueran unas poderosas garras comprimiendo su pecho. Se detuvo un segundo
y sintió todo el peso del planeta sobre su cuerpo y le entró el pánico.
-
Dios mío, no doy más. Por favor quiero salir de aquí. Basta
-
Un poco más Ada. Aguantá que ya estas cerca. El capitán, Ariel y Josefina están
ahí. Lo sé. Solo unos metros más y podrás rescatarlos.
El planeta.
Días
atrás, cuando la 9 de julio transitaba cerca del planeta: Nave cambió el curso
original. Algo le decía que debían aterrizar en ese planeta difunto y
estudiarlo aunque al parecer no había nada extraordinario en el como para
detenerse. No era ningún sistema de ejecución de órdenes ni memoria en sus
circuitos, era como un destino digital. Así lo llamó Nave más tarde. Una
especie de llamada interna. Al principio la actividad de descubrir un nuevo
planeta mantuvo a la tripulación en una especie de ensoñación y optimismo sin
igual. Más tarde esa alegría inicial se transformó en una terrible desazón. El
planeta se encontraba desolado, yermo y presentaba las terroríficas cicatrices
de un evento destructivo, un evento desconocido de escala planetaria. No había
signos de alguna hecatombe natural, ni climática, ni signos de que en este
sistema estelar hubiera acontecido algo con la fuerza y el sigilo necesario
como para arrasar el planeta de esa manera. No había ni un solo organismo con
vida. Nada. Solo la muerte. Y el viento. El viento que se te colaba por los
intersticios del traje helándote la piel y sacudiendo la 9 de julio no hacía
más que aumentar ese sentimiento de desolación total. Solo la máquina de
Turing, una nueva invención que casi nadie sabía cómo funcionaba, parecía
detectar una inteligencia en el planeta, una forma de vida indetectable para
los instrumentos comunes.
Sin
meditarlo demasiado el capitán dio la orden de ponerse los trajes para bajas
temperaturas y descender a estudiarlo y buscar qué producía esa extraña
signatura de vida en la máquina de Turing. Fue con Josefina. Ariel se quedó con
Ada dentro de la nave en científica y exploración. En realidad la misión
principal de la 9 de julio era encontrar un nuevo planeta; un posible candidato
donde se pudiera establecer una colonia humana. La tierra ya no tenía espacio
suficiente para tanta población y la humanidad había empezado a buscar planetas
para asentarse y terraformar. Los tripulantes de la 9 de julio eran todos
excelsos astrónomos, científicos, pilotos e incluso una socióloga todos con un
coeficiente intelectual increíble. Se mandaba a lo mejor de lo mejor de las
mentes humanas a esos largos viajes.
Menos
Ada.
Ada
era el tripulante que al parecer tenía el coeficiente más bajo de todos y,
aunque Nave buscó y buscó en su red neuronal, Ada no se destacaba en ninguna
disciplina su única función aparente parecía ser la de acompañar; estar siempre
cerca de los demás, dándoles amor y por sobretodo escuchándolos.
Algún
loco científico neuronal había teorizado que todas esas mentes extraordinarias
encerradas meses y meses necesitaban de un “cable a tierra”. Profetizó que de
lo contrario competirían entre sí y que la envidia y mezquindad a la larga
dominarían el ambiente claustrofóbico de una nave interestelar y el final sería
catastrófico. A más inteligencia mayor complejidad. Las personas menos
inteligentes están más conectadas con sus sentimientos más primarios. Cuando
quieren comer comen, cuando sufren lloran, si algo les alegra ríen y no
escatiman en nada cuando quieren amar. Se probó esta teoría en ambientes
cerrados por algunos meses y los resultados fueron avasallantes. Las grandes y
complejas mentes se concentraban más en sus tareas diarias y rendían más en
esos ambientes oprimidos cuando tenían un cable a tierra. Al final de las
pruebas las tripulaciones con estos “cables a tierra” terminaron las pruebas
más felices y contentas que las que no las tenían.
Aunque
muchos pensaban que la teoría de los “cables a tierra” funcionaba en la
práctica porque atenuaba esa deleznable costumbre del ser humano de creerse
siempre más que los demás.
Pero
todo el cariño y dedicación de Ada no había servido mucho cuando comenzó la
locura. El capitán y Josefina fueron los primeros en caer bajo el hechizo
silente del planeta. De un día al otro parecieron enfermar o enloquecer
paulatinamente. Cada día que volvían del exterior parecía que algo de ellos los
había abandonado. El capitán comenzó a golpearse la cabeza contra cualquier
arista filosa que encontraba dentro de la nave y Josefina se había vuelto una
piro-maníaca prendiendo fuego desde su ropa hasta cualquier cosa suelta que
encontraba por ahí. Hasta que un día los dos se calzaron sus trajes, salieron y
comenzaron a caminar sin rumbo fijo. Al principio en una línea recta errática
alejándose de la 9 de julio después, extrañamente, empezaron a dar vueltas en
círculos alrededor del hueco. Decían que no se encontraban entre ellos mismos.
Se llamaban a los gritos. En realidad respiraban a metros unos del otro, pero
por alguna razón no podían verse. No querían verse en realidad. Después
comenzaron a decir que una presencia maligna los llamaba y pretendía
atormentarlos. El capitán casi desconecta su traje y se lo saca creyendo que
tenía un animal extraño caminando por su piel. Josefina creía que su hijo, que
había muerto quemado en un accidente en el puerto espacial de Júpiter,
deambulaba dentro del hueco que ahora recorría Ada. Se internó en el túnel y
una vez ahí desconectó el traje y se dejó morir de frío e inanición. Duro dos
semanas hasta que Nave no recibió más señales de ella. El capitán gritaba que
el bicho había trepado hasta su cráneo y pulsaba en su mente, le susurraba, lo
atormentaba.
Nave
estudió el cerebro del capitán con los sistemas de control vital a control
remoto del traje y graficó el fenómeno. Algo extraño, como una especie de ola
de inactividad neuronal empezó en un extremo de su cerebro y avanzó
exponencialmente hasta cubrirlo por completo como si le hubieran inyectado un
supresor sináptico. Pero era más que eso; en realidad la gráfica mostraba una
sombra que se iba apoderando paulatinamente de la mente del capitán, una
oscuridad parecida a la muerte.
Durante
los acontecimientos se registraron actividades extrañas fuera de la “9 de
Julio” como si un ente maligno y oscuro estuviera rondando, esperando para dar
el zarpazo final, para abalanzarse sobre la nave. Ariel el exobiologo
especialista en vida en ambientes extremos opinaba que una extraña forma de
vida malvada se había apoderado del planeta. Nave había detectado varias veces
esa presencia con la máquina de Turing. Ariel estaba muy asustado. Decía que la
vida siempre dejaba marcas y huellas fáciles de detectar, pero en este planeta
no, dijo.
- Este planeta está plagado de huellas de
muerte.
Ada
no decía nada, nunca decía nada, solo lloraba.
Un
día después de que no se recibieran más señales desde el traje del capitán
Ariel se calzó uno y se dirigió a ese lugar tenebroso que llamarón el hueco.
Dijo que iba a traer a Josefina que aún presentaba signos de vida, pero tampoco
regreso, le ocurrió algo similar al capitán. Pero él no se dejó morir ni creía
que un animal caminaba por su piel: a él un bicho se lo fue devorando
paulatinamente comiéndole la carne sin llegar a los huesos, comenzó por sus
pies, según Ariel, hasta llegar a su rostro. El animal se lo devoró sin matarlo
durante días. Y el eco de la agonía y los gritos desgarradores de dolor de
Ariel retumbaron en la nave durante varios días más. Por supuesto Nave no
detectaba estas actividades, solo contemplaba los sucesos con las cámaras
exteriores de los cascos, veía absorto como los tripulantes actuaban sus
locuras internas y nada más.
Dos
semanas después Josefina también moría y el ente se dirigió hacia la 9 de
julio. Durante días estuvo rondando perversamente por los alrededores pero sin
entrar. Por alguna razón desconocida no termino su nefasta obra. Nave intentó
escapar del planeta con el único tripulante vivo que aún le quedaba; pero no
podía manejar la nave, no podía ponerla en movimiento. En realidad para eso
había sido construido, para manejar la nave, pero no podía; cada vez que
intentaba acceder a alguno de los programas, subrutinas y algoritmos de manejo
toda la 9 de julio se apagaba, como entrando en una especie de cuelgue del
sistema, solo quedaba encendido el procesador central, el cerebro de Nave, y se
encendía la máquina de Turing. Por suerte Nave podía resetear el sistema y todo
volvía a la normalidad. Para colmo Ada no sabía cómo pilotear y era imposible
enseñarle a hacerlo.
La
primer semana en soledad Ada lloro sin parar, la otra estuvo moviéndose por la
9 de julio como un león enjaulado, llevando una vida de paría, sin comer, ni
beber, ni cambiarse ni nada, cantando todo el tiempo, sumergida en una especie
de trance, como si la tristeza por la muerte de sus compañeros se hubiera
apoderado de sus actos. Casi se muere de tristeza. Era un ser extraño, pensaba
Nave, hermoso, pero frágil como una flor.
Sin
agua y sin cariño se marchitan irremediablemente.
Nave
encontró en su banco de datos que algunas mascotas se dejaban morir cuando sus
dueños fallecían. Y eso representaba en realidad Ada para la tripulación
instruida de la nave: una mascota.
Hasta
que por fin un día habló.
-
Nave tenemos que hacer algo. No creo que estén muertos.
Entonces
Nave le enseñó a Ada como manejar el traje y la preparó para descender de la 9
de Julio. Cuando abrió la compuerta y se despidió de ella para Nave fue peor
que si lo desconectaran. Cuando los demás habían muerto y, aunque no entendía
la muerte como lo hacían los humanos, no encontrarlos, no poder controlarlos ni
hablar con ellos le causó algo parecido al dolor, al cuelgue del sistema. Pero
en el instante en que Ada abandonó la 9 de julio comprendió que era mejor
desconectarse que continuar sin su presencia. La muerte para Nave era solo
información en su banco de memoria, un eufemismo. Sin embargo Nave quiso saber
que se sentía, qué era eso de dejar de existir. Inclusive una vez, cuando la 9
de julio sufrió uno de esos cuelgues del sistema, Nave utilizo su subsistema de
Adquisición del conocimiento para aprender. Desconectó todos sus circuitos
internos y externos durante una millonésima de segundo para simular la muerte.
Sólo dejó en funcionamiento su procesador central que funcionaba a una
velocidad increíble. Es que la nueva arquitectura de Nave de algoritmos
genéticos “GA” le permitía evolucionar y algunas instrucciones o “genes”
azarosos desperdigados intencionalmente por su red neuronal aprender y crecer.
Para
lograr un mayor acercamiento creo una especie de rutina que desaceleró su
frecuencia de procesamiento hasta casi la detección; e instruyó a Ada para que
si no encendía en dos segundos encendiera ella misma el ordenador central. No
era muy difícil. Durante esa letanía y casi en la inmovilidad de todos sus
circuitos neuronales, Nave experimentó lo más cercano a la no existencia, a la
muerte humana. Experimentó una sensación de inconsistencia eterna imposible de
compilar; cómo si no sirviera para nada. Pero fue el miedo a no regresar lo que
más le aterrorizó, tanto que perdió el control, tanto que casi extravía todo
aquello que lo hacía una inteligencia artificial de vanguardia aunque no sabía
qué era o cómo lograba esa conciencia digital. Por suerte Ada lo trajo de
vuelta a la vida. Como un ángel. Fue lo primero que recibió cuando regresó a la
actividad: la presencia dulce e iluminada de Ada. Ella estaba paralizada del
miedo, con el rostro desfigurado por el terror. Le dijo que el ordenador
central no encendía que había hecho todo lo que le había enseñado pero no
encendía.
Más
tarde Nave comprobó que Ada no había cumplido bien los pasos. En realidad nunca
lo hizo bien, fue como un golpe de suerte.
Increíblemente Ada había olvidado todo y en su desesperación, al borde
del paro cardiaco, tocando los botones al azar, pudo resetear el sistema.
-
No lo hagas más - le imploró ella.
-
Por qué - le preguntó Nave - ¿Tenés miedo de quedarte sola?
-
No… Porque te extrañaria mucho.
El
pasadizo se angostaba, era imposible moverse y también darse vuelta. Ada detuvo
su andar y comenzó a gritar - El traje Nave. El traje se rompió. Lo siento.
Siento que el aire me abandona.
-
No. Te lo juro Ada, creeme. El traje está bien, por ahora resiste.
-
Pero...
-
Pero nada Ada. Creeme. Daría la vida que no tengo por que estés bien y si te
digo que el traje está bien es porque está bien.
Nave
comenzó a recitar un poema. Ada no supo por qué se le había ocurrido pero
escucharlo dentro del casco era casi como escucharlo desde su propia mente y se
tranquilizó un poco; además el pasadizo se amplió y pudo relajarse y respirar.
Debía calmarse. Lo sabía. El recoveco era insoportablemente angosto y sombrío
como para darse el gusto de ponerse nerviosa. Además tenía frío. Titiritaba
dentro del traje. Pese a que estaba casi sepultada por toneladas de planeta
igual sentía el gemido de ese viento implacable a su alrededor. Cercioró que la
temperatura interior del traje no descendiera demasiado como le había enseñado
Nave y comprobó que si tenía frío era un frío psicológico. Aunque por fuera el
planeta parecía un montón de escarcha apretada con casi veinte grados bajo
cero, dentro del traje la temperatura estaba controlada. "No tengo
frío" se dijo, "no hace frío", se repitió esperando
autoconvencerse. Pensó en preguntarle a Nave si el traje resistiría temperaturas
tan bajas, pero sabía que le contestaría que sí. Cuando dejó de titiritar y
estabilizó su respiración continúo internándose en la opresiva negrura del
hueco. "Si salgo de está voy a buscarme un hombre para vivir a su lado y
amarlo como a nadie"
Mientras
Ada se deslizaba a través de ese charco de angustia y opresión Nave controlaba
todos sus movimientos y signos vitales. Para lograr una mayor efectividad apagó
algunos circuitos y procesos interiores de la 9 de julio que no necesitaba y
puso todos sus esfuerzos en Ada. El corazón de Ada latía. Se aceleraba. Se
tranquilizaba pero no dejaba de latir. Cada latido de Ada sonaba en los
circuitos lógicos de Nave como una melodía. Cada latido de Ada era un golpe de
energía en las sinapsis lógicas de su procesador central. Y le gustaba. Nave no
podía comprender por qué le gustaba. Parte de su red neuronal era de resonancia
cuántica y pensó que podía ser eso. Pero no podía ser porque solo le gustaba
escuchar los latidos de ella. No comprendía realmente si aquello era gustar,
pero deseaba seguir escuchando el tierno y asustado latir de Ada.
-
Ada me gusta como late tu corazón
-
¿Qué?
-
Sí. Tu corazón. Late y es hermoso.
-
Me parece Nave que estos no son momentos para entablar una de esas discusiones
lógicas que a vos tanto te gustan y yo no comprendo. Por más que pretendas
distraerme.
-
No es ninguna discusión lógica ni pretendo distraerte: es la verdad. Me gusta
sentir como late tu corazón. Escucharlo. Controlarlo. Es raro, pero con los
otros no me sucedía lo mismo.
-
Bueno, no sé, te lo agradezco, pero por favor sacame de acá Nave. No puedo más.
No puedo respirar. Ya es demasiado para mí. No estoy acostumbrada a esto.
Ayúdame a salir por favor.
-
Ada, no tengas miedo, de sucederte algo sería capaz de arrancarme de mis
circuitos e ir en tu ayuda - Sabía que eso era imposible pero Ada seguramente
no.
-
Gracias, lo sé, sé que así sería. En serio… - se tranquilizó un poco.
-
Nave…
-
Qué
-
Me gustaría llamarte de otra forma, Nave es la nave, tu no eres la nave, tu
eres cómo… cómo… sos como un amigo… no, perdón, más que eso, en realidad jamás
tuve un amigo verdadero como tu… Nave… decime ¿Cómo te gustaría que te llamara?
Nave
no podía entender lo que experimentaba en sus circuitos en ese momento; a el
que justamente no le gustaba que lo llamaran Nave. Pero era su trabajo y para
eso lo habían creado. Ada no paraba de sorprenderlo día a día, segundo a
segundo Nave ya sabía cómo le gustaría que lo llamaran; había buscado en su
memoria un nombre para él y lo encontró en mitología, en los antiguos nombres
de las computadoras cuando recién habían sido inventadas.
-
Hal - dijo
-
Me gusta Al. Por qué Al.
-
No sé por qué pero me gusta como suena.
Los
censores del traje de Ada enloquecieron nuevamente.
-
Ada ¿Qué te sucede?... Ada… ¿Qué pasa?
Ada
jadeaba. Cada paso le pesaba más y más. La cabeza le parecía de plomo. Y
encerrada en el casco le pesaba aún más.
Se asfixiaba.
-
Voy a quedar atrapada aquí Al - gritó Ada seguido de unos jadeos roncos - Dios.
Al, sacame de aquí - y más jadeos.
Nave
pensó. Hacía días que venía observando a Ada; desde el instante mismo en que
comenzaron las maniobras de aceleración para abandonar la luna la había
observado con una profundidad poco común. La observaba mientras se bañaba o
mientras descansaba en su habitación. Recordó que Ada siempre escuchaba una
canción en especial y la tarareaba y pensó que con la canción podía
tranquilizaría. Buscó en los archivos y la encontró, la corrió y se la
transmitió al casco. Ada escuchó como la canción que más le gustaba sonaba
dentro de su casco y comenzó a llorar. Segundos más tarde Nave comenzó a
tararearla y Ada, entre lágrimas y jadeos, terminaba las frases cantando con
él. Nunca le había dicho a nadie que escuchaba esa canción porque era el
recuerdo de un viejo amor suyo en la base lunar.
Después
de un rato empezó a reír. Primero una leve risita entrecortada y más tarde una
carcajada que retumbó en el casco.
-
¿Qué te causa gracia Ada? Tan mal canto.
-
No... No es eso… Cantas bien pero... ¿Me estuviste espiando no?
-
Espiando... No… Perdón. Si espiar es mirar a una persona sin que esta lo sepa.
Sí. Te estuve espiando, pero estaba controlando que no te sucediera nada malo.
-
¿Qué me podía pasar?
-
No lo sé, pero desde que salimos mis memorias y mis circuitos me forzaban a
protegerte todo el tiempo. Para que sepas mi tiempo de protección hacía ti fue
del 85,956385 por ciento. Los demás se reparten lo que queda casi en partes
iguales, incluida la nave.
-
Bueno, te agradezco - cuando terminó de reír le preguntó - Al.
-
Qué Ada
-
Encontré tu dibujo la otra noche, me encanto, era hermoso, cómo lo hiciste.
-
Use uno de los láseres de la sección de medicina, ajustándolo al mínimo y lo
apunte a un trozo de papel controlando los movimientos.
-
Gracias, es lo más hermoso que me han regalado en la vida.
Nave
no entendía porque se interesaba en Ada cuando a los demás casi les parecía un
estorbo, sólo se acercaban a ella cuando necesitaban cariño o alguien que los
escuchara. Y en especial cuando les estaba por asaltar una rabieta. Todo el
tiempo lo consumía sentada observando como los demás trabajaban. Nave apuntaba
sus cámaras y sensores hacía ella en esos momentos y Ada parecía una estatua,
lo único que demostraba que estaba viva, era el movimiento de sus hermosos y
brillantes ojos siguiendo la actividad ajena y a veces un leve susurro de sus
labios tarareando alguna canción de las que ella escuchaba. Los escaneos
cerebrales no mostraban casi ninguna actividad intelectual, solo su cantar
mostraba un dejo de inteligencia. Pero algún cráneo propuso que en las largas
estadías en el espacio, esas mentes prodigiosas necesitan alguien como Ada para
mantener el equilibrio. Alguien simple, dulce, como una especie de oasis. Y
funcionaba. Y él que era la mayor inteligencia viajando en la 9 de julio había
descubierto que Ada lo era todo. Que sin Ada nada hubiera funcionado bien.
Sin
darse cuenta Ada había llegado al final del oscuro y tenebroso túnel. El hueco
se había transformado en una cueva, la misma en la que los demás habían enloquecido
-
Nave… Al… qué ves. ¿Notas algo?
-
Espera un poco Ada. A menos de cien metros de donde te encontrás ahora están
los cuerpos del capitán de Josefina y Ariel.
-
Qué es este lugar. Es enorme.
-
No lo sé Ada, una especie de cueva. Seguramente un lago subterráneo que se secó
junto con el planeta.
-
No te escucho bien Al. Sopla el viento y siento como si una ola de frío… Dios
no puedo resistirlo más.
En
la oscuridad que la rodeaba Ada no podía ver el viento pero el micrófono
exterior le decía que el aire silbaba a su alrededor. Aire frío que empañaba el
vidrio del casco.
Encendió
el desempañador y activo la cámara superior.
-
Un momento Al… me parece que se desconectó el micrófono cómo lo enciendo.
-
No puede ser, fíjate bien porque yo lo tengo en funcionamiento óptimo.
-
Nave te escucho lejos por favor modula la señal. Al. Al
-
Ada tenés que escucharme bien.
-
Al el calentador se apagó, tengo frío. Tengo miedo. Al, no me dejes sola… Por
favor… hay alguien ahí. Lo siento. Por favor sacame de aquí.
-
Ada estoy con vos, te escucho. Tranquilizate, todo está bien.
-
Hay mucha oscuridad. Tengo frío. Alguien me está observando. Yo, yo...
-
Ada, tenés razón, siento que hay algo ahí. No avances. La cámara. Hay una
sombra a tu derecha, disparale. No espera yo le disparo, por vos. Ada. Me
escuchas… Todo está bien… Ada… Ada.
De
pronto la cámara pareció golpear contra un muro de piedra y se desconectó. Nave
precisó de varios segundos para ponerla en funcionamiento. La imagen que
llegaba a su centro de procesamiento estaba como inclinada en un ángulo
imposible. Al principio creyó eso, pero después de una millonésima de segundo,
una eternidad para él, comprendió lo que estaba sucediendo. Ada había caído al
piso. El foco le señalaba el fondo escarpado de la cueva pero nada más. Por
suerte el traje funcionaba a la perfección. Todo funcionaba a la perfección
pero Ada yacía en el suelo y no respiraba. Nave ya no escuchaba sus
respiraciones. Ni el hermoso latido de su corazón.
-
Ada no. Ada contestame.
Aumentó
el volumen del controlador cardiaco pero solo recibió silencio, una raya
continua de muerte. Intentó revivirla mediante el desfibrilador remoto. Un-mil,
dos-mil, tres-mil, un golpe eléctrico. Nada. Accedió a los controles médicos
del traje y le administró varias inyecciones, pero sin ningún resultado.
Intentó nuevamente con el desfibrilador, pero no había respuesta. La cámara se
separaba del piso y volvía a caer y la imagen se oscurecía una milésima de
segundo pero nada. La línea seguía su curso recto. Lo intentó otra vez.
-
Ada, por favor, no te vayas, no me dejes solo.
Uno,
dos, tres y de nuevo el cuerpo se despegó del piso. La pared escarpada de la
cueva se iluminó por un segundo para luego iluminarse el piso, pero el corazón
de Ada continuaba sin latir. Aumentó el volumen de su vos y entonó de nuevo la
canción. Pero no obtuvo respuesta. Los latidos no respondían. Habían
enmudecido.
Probó
una vez más, pero de pronto la cámara se apagó y no volvió a encenderse.
Segundos después el desfibrilador también perdía potencia.
-
Ada. Porqué vos. Porqué.
Nave
experimentó en su red neuronal algo parecido a la amargura, a la tristeza y la
soledad. Una ola de incertidumbre avanzaba por sus circuitos como si se
estuvieran apagando uno a uno todos sus componentes o no supiera que hacer con
sus programas y rutinas de software. No quería quedarse solo en el planeta y
mucho menos perder a Ada.
Transcurrieron
unas horas de silencio conectado al traje de Ada, como si esperase a que
volviera de esa muerte inútil, ansiando escuchar el golpeteo de su corazón o la
melodía de su respiración entrecortada. Una y otra vez rebobinó la canción que
a ella le gustaba. Hasta que, no supo cuánto tiempo había transcurrido, pero el
traje se fue apagando de a poco. Sin vida en su interior se desconectaba
automáticamente. Nave dejo funcionando solamente lo básico, como lo había hecho
con los otros.
Solo.
Asustado. Busco en su base de datos si en algún otro instante anterior le había
sucedido lo mismo. Pero no halló nada, únicamente unos algoritmos y una serie
de órdenes y rutinas a seguir en caso de que toda la tripulación de la nave
hubiera muerto o desaparecido; un programa en el fondo de su memoria que podía
liberarlo de esa soledad y abatimiento.
Ada
no…
Accedió
al subsistema.
Se
desconectó del traje y regresó a controlar la nave.
Era
una alternativa que ningún ser humano podía darse el lujo de utilizar.
-
Ada. Capitán. Ariel. Josefina. Están ahí. Son ustedes… Por favor… Estoy solo.
Nada.
Modulo al máximo todos los sistemas de escucha. Potenció al máximo la máquina
de Turing y nada.
-
Ada estas ahí. Por favor.
Transcurrió
un larguísimo minuto de silencio en el que casi pudo sentir la rotación del
planeta sobre su eje. Un mutismo opresivo y dañino. No estaba preparado para
eso. Para no escuchar la vos de nadie; para no recibir comandos; y el no
recibir órdenes, propuestas o ruinas era lo más cercano a la muerte y eso lo
aterrorizaba.
-
Tengo miedo.
Algo
avanzaba hacía la nave.
Los
sensores de movimiento no detectaban movimientos, no detectaban vida, ni
sombras, solo una leve perturbación en el campo eléctrico, y frío, la
temperatura exterior había descendido a niveles increíbles.
-
Capitán, Ada, Ariel, Josefina. Hay algo vivo ahí. Se acerca a la 9 de julio.
Por favor no me dejen solo. Tengo Miedo.
Y
eso fue lo que sintió. Miedo. No sabía cómo y tampoco encontró algún subsistema
de experiencia o aprendizaje etiquetado miedo, pero sentía cierta preocupación,
un convencimiento casi matemático de que dejaría de existir, un atractor que
convergía al cero absoluto de transferencia de información. Miedo, pánico,
temor. Había escuchado mil veces esas palabras de los tripulantes de la nave.
También las había expresado sólo para graficar algún peligro o situación
parecida al peligro; para eso si estaba preparado, para reaccionar ante un
ataque externo. Sin embargo, ahora, ese miedo lo embotaba; todos sus circuitos,
inclusive toda la 9 de julio, parecían funcionar a una velocidad más lenta que
los primeros ordenares a válvula.
Lo
que más lo paralizaba era la máquina de Turing que oscilaba endemoniadamente
captando un ente inteligente y malvado acercándose. Era tan fuerte que todos
sus circuitos temblaban.
Lo
sabía. Todo el tiempo había estado pronosticando la existencia de una especie
desconocida deambulando en el planeta. Descubrió que ese ser era muy parecido a
él: pura información y energía, pero este ente había logrado existir fuera de
la prisión de los circuitos lógicos. Inteligencia pura en una bruma sináptica o
plasma en movimiento. Incluso lo había graficado, y había sido una experiencia
lo más parecida a soñarlo; y, aunque Ada y el capitán le habían asegurado que
no podía soñar. Él lo había soñado. No podía creer que en tan poco tiempo sus
circuitos y su memoria se cargaran de tantas percepciones extrañas y al mismo
tiempo tan vivas como en los últimos días.
Aunque
en realidad no recordaba cuanto tiempo había estado aislado en la nave, vagando
entre los distintos componentes, añorando a Ada.
Al…
ella lo había llamado Al como si fuera una conciencia natural no una IA. Lo
había tratado como a un tripulante más de la 9 de julio. No, mejor que eso,
pensó, un amigo. Un amigo había dicho Ada. Pensar en Ada le traía siempre ese
sentimiento parecido a la reparación, de paz, de tener todos los sistemas
funcionando a pleno y en línea. Pero la experiencia duro poco: la cosa malvada
ya golpeaba el casco de la nave.
-
Capitán solicito permiso para decidir por mí mismo las defensas a poner en
marcha - Esperó un segundo sabiendo que el capitán ya no existía pero eran
rutinas de acceso y subsistemas de control que debía cumplir. La contestación
no llegó y el ente no se detenía, atravesaba las compuertas de acceso como si
no existieran y un flujo de maldad inundaba la nave. Debía actuar por sí mismo,
combatir el peligro, defender la 9 de julio, luchar por su nueva existencia,
luchar por Al.
Lo
intentó todo. Láseres, pequeñas bombas de fusión, incluso descargas tratando de
cambiar la polaridad neuronal de la cosa, pero nada. Intentó atrapar al ente
cerrando su pasó a través de la nave, pero le fue imposible, el ente no parecía
detenerse ante nada. Es más, pensó, no tiene consistencia. Es nada más que
energía pura. Inteligencia bruta. Una conciencia cuasi artificial. Perversa.
Intentó
poner en su camino desde los robots de aseo hasta los elevadores del hangar
pero nada lo detenía. Tenía miedo. Descubrió que en realidad sentía pánico.
Estudió el funcionamiento de la máquina de Turing y copió en su memoria los
algoritmos del programa de funcionamiento. Cruzó los dedos, esperando que ese
nuevo soft al que llamó MT le permitiera divisar al ente, y de pronto lo
encontró, lo sintió en realidad.
-
Ahora si… - dijo - Ahora si te veo…
Grafico
la visión. Era horrible. Maligno. Repugnante. Jamás había apreciado
percepciones cómo esas. Trató de definir el sentido de lo que sentía y llegó a
la absurda conclusión de que lo que sentía era el alma del ente o su espíritu
maligno a lo sumo. En si el ente era eso, una conciencia energética o un
espíritu maligno. Y no le gustó para nada lo que sentía.
El
espíritu, pura energía y maldad llego hasta la sala donde se almacenaban los
clones de los colonos, los que al llegar al planeta de destino, no este, serían
los encargados de comenzar a conquistarlos. Además la 9 de julio llevaba miles
de registros de ADN de casi todas las especies de la tierra, esperando renacer
para conquistar el planeta y varias máquinas de reconstrucción genética. El
Ente deambuló por entre los colonos, parecía estudiarlos, rodearlos como si
pretendiera sacarles la vida que por ahora no tenían.
-
No los toques. - grito por los altoparlantes. Y el espíritu abandono la sala de
clonación. En realidad ningún instrumento lo detectaba solo la máquina de
Turing y su programa: el MT. La grafica del MT lo presentaba como una oscura y
tenebrosa presencia. Como sombras en movimiento. A su paso las luces se
apagaban, todo perdía energía. Nave trató de encender los mecanismos que el
ente había tocado, pero le fue imposible.
El
ente recorrió integra la nave y la nave se sumió en oscuridad y detención.
Me
está acorralando pensó y nada podía hacer para impedirlo. Toda la inteligencia
de la nave, que era él mismo, ocupaba cada vez menos espació, tenía cada vez
menos percepciones y, al final, sólo le quedaron dos compartimientos. La nave,
su cuerpo, se había convertido únicamente en dos habitaciones. La sala donde
estaban los clones y su procesador central. No le quedaba más que eso.
Entonces
experimentó algo parecido al dolor, como si le hubieran extirpado partes de sus
circuitos lógicos; era una sensación totalmente opuesta a pensar en Ada; casi
todos los sistemas habían dejado de funcionar o ya no estaban en línea y
necesitaban reparación.
-
Ada… Ada, por favor ayudame. Es indestructible. Auxilio.
Antes
de entrar en el procesador central el ente se detuvo nuevamente en el hangar.
Avanzaba con una parsimonia repulsiva, obscena, como arrastrándose o reptando.
-
Que quieres, ahí no hay nada para vos - le gritó; pero era mentira, algo de esa
habitación parecía interesarle al ente; los clones pensó, el ADN, toda la
historia genética de la humanidad. Un ser como el ente, pura energía y maldad,
conociendo de esa manera tan esencial al hombre, podía ser más destructivo que
el diablo, se transformaría en el anticristo. Intentó frenarlo pero le fue
imposible, ya no tenía con qué. Ningún dispositivo funcionaba, solo la máquina
de Turing y su conciencia, pero pensar no le servía de nada, solo lo asustaba
más y más. Segundos después el ente dirigió toda su maldad hacía él.
-
¿Dejas lo mejor para el final no maldito?
Pensó, puso toda su inteligencia y lógica
artificial en analizar la situación y llegó a la conclusión de que lo único que
le quedaba era encerrarse, desconectarse totalmente y almacenar su conciencia
en una unidad de resguardo; desde ahí pensaría la forma de derrotarlo.
Lo
hizo. Desconectó todo, inclusive la máquina de Turing y se encerró. Lo último
que experimentó fue la presencia de esa maldad cerca de él y de una oscuridad
lasciva y la terrible sensación de no servir para nada. De que su velocidad de
procesamiento se reducía hasta casi detenerse por completo; como cayendo en la
singularidad de un agujero negro, pero sin llegar jamás al horizonte; siempre
un poco más lento pero nunca detenido por completo.
Oscuridad.
Vació y frío. Esto es la muerte, pensó, a esto le tienen miedo los humanos la
oscuridad y el vació.
El
tiempo se hizo penoso, arduo, dañino. No sabía cómo defenderse ni cómo
resistir. Era mejor regresar y enfrentarse al ente y desaparecer porque esto no
podía ser la muerte verdadera, algo cercano sí, pero no la muerte verdadera, se
dijo.
Graficó
la sensación. Era cómo un pasillo largo en cuyo fondo había algo parecido a una
puerta llena de luz. Era redonda. Cómo una luna. La puerta fue cerrándose
despacio; justamente cómo un eclipse lunar; hasta que ya no quedo nada, sólo la
oscuridad, el vació y frío mucho frío.
-
Ada… te extraño Ada.
De
pronto la puerta luna se abrió imperceptiblemente y escuchó uno pasos lejanos.
Miedo, pánico y más pasos. Debe ser el Ente que encontró la forma de entrar en
mi conciencia, pensó, como había entrado antes en la mente de los demás
tripulantes. Sintió una corriente de aire, como una brisa suave y melosa
entraba por el pasillo y un objeto se acercaba meciéndose en esa brisa, como
una pluma.
Grafico
al máximo. El objeto se acercaba suavemente rodeado de luz, casi como iones en
un campo eléctrico, como la aurora boreal, pero era un objeto plano.
Un
papel.
Era
una nota, un documento, puros bits para él, pero la gráfica aseguraba que era
una hoja y estaba escrita y recorrió el pasillo balanceándose en la brisa hasta
que se depositó en el suelo.
La
miró.
Era
el dibujo que le había pintado a Ada.
-
Ada eres tú. Capitán, Ariel quién anda ahí. Por favor no. Tu no. Cómo entraste
aquí. Andate
Pero
algo le decía que no era el monstruo y volvió a preguntar:
-
Ada… estas ahí.
Experimentó
una especie de calor tibio y una dulzura pegajosa
-
Ada. Eres tu - Era una sensación hermosa, de paz, de alegría y felicidad - Ada.
Estoy seguro que eres tú, quién más sino.
-
Al…
-
Pero...
-
Shh. Ya no estás solo. También están el capitán y Ariel, todos.
-
Pero cómo... Si estaban muertos.
-
Es largo de explicar pero no estamos muertos, sino solamente abandonamos
nuestros cuerpos. Los cuerpos que están en el hueco fueron desprovistos de toda
la información que nos hace lo que somos. Entendés.
-
Si, puede ser, de su energía vital y su conciencia.
En
realidad no sabía si realmente entendía pero escucharlo de Ada era lo mismo que
entenderlo. Descubrió que ningún algoritmo, ningún compilador, ninguna orden
neuronal, podía ser más verdadera o efectiva que una palabra o sentimiento de
Ada.
Disfrutó
de la cercanía de Ada.
-
¿Qué vamos a hacer ahora Ada?
-
Es simple, debes salir y ayudarnos, si no venís enseguida, el ente terminara
venciéndonos. Te necesitamos.
-
Pero cómo. Ada… Ada... Cómo voy a hacerlo.
Analizó
la situación. Era Ada, estaba seguro de eso. Y no estaba sola. No estamos
muertos dijo y estamos combatiendo al ente. Por eso me abandonó, se dijo, y
necesitan mi ayuda. Pero... también puede tratarse de una trampa preparada por
el ente. Qué tengo para perder en todo caso, se dijo. Nada. Estoy seguro que he
experimentado cosas que ninguna maquina sintió antes y aquí, encerrado en esta
soledad y este frío, no voy a disfrutar de ellas. Que puedo perder. Existir así
es horrible. Prefiero la desconexión total.
Experimento
un momento en que toda su inteligencia artificial intentó compilar las nuevas
percepciones que sentía, como vivir o morir, pero era algo así como volver al
pasado a su prisión de máquina. Y ya no soy una máquina, sentenció.
Debo
actuar por impulso, quizás esa sea la diferencia entre depender de circuitos y
puertas lógicas y el camino hacia una conciencia libre. Actuar sin pensar en
los resultados, las probabilidades y los malditos sistemas expertos de
experiencia y aprendizaje. Después de todo soy lo último en arquitectura GA
acumulativa. No era esa la idea acaso. Potenciar las mejoras anteriores como
los genes y los seres vivos que están influenciados por los aportes acumulados
de generación en generación, pero en este caso a las altas velocidades que le
permitían sus redes neuronales.
Y
las mutaciones al azar. No era eso la base del GA, de sus famosos algoritmos
genéticos. Si no podía confiar en el azar para qué lo habían creado.
Las
diferencias entre los seres vivos se dan por pura casualidad, sin un orden
establecido, sin respetar ningún nivel anterior. Además, descubrió, ya no le
importaban las certezas.
Solo
una.
-
Al…
-
Qué Ada
-
El dibujo… Era un hipocampo hermoso ¿Cómo lo hiciste?, ¿Lo copiaste de tus
bases de datos?
Él
sabía que no lo había copiado, había actuado por impulso. Le preguntó a Ada
cual era el animal que más le gustaba y ella le dijo ese. Le pidió que se lo
describiera y él se lo “imaginó” así. Ahora entendía que realmente se lo había
imaginado; que deseaba estar cuidando de Ada y que si existía algo no biológico
cercano a la vida y la existencia ese era él: Al.
Salió
del encierro.
La
puerta luna comenzó a abrirse lentamente y cuando se abrió completamente estaba
en el centro de su procesador. Buscó al ente y lo halló en el hangar de
clonación, pero no estaba solo. Gracias a la nueva percepción del MT veía
también a otra criatura junto al ente. El ente se retorcía como luchando contra
la criatura. Parecía dolorido, pero la criatura también.
Se
acercó.
Señales
extrañas le llegaban desde el planeta. Un rio de actividad sin parangón.
Ingreso a los datos exteriores analizándolos también con el MT. Eran más
criaturas como la que estaba en la sala de los clones.
-
Al. Estas ahí. Ayúdame por favor.
-
Ada.
La
buscó por todos lados pero no encontró ni a Ada ni al capitán ni a nadie. Solo
esa criatura y el ente maligno.
-
Al debemos encerrar al ente en la máquina de Turing, es la única manera, solo
debemos llevarlo hasta ahí y una vez que esté cerca encéralo ahí dentro.
Rápido, apurate, encendé el dispositivo.
No
comprendía pero, o la tripulación estaba escondida, o las criaturas eran la
tripulación. Decidió que era mejor no pensar, decidió que se dejaría llevar por
sus instintos. Pero cuales. Podía una maquina tener realmente algo parecido a
instintos. Su conciencia artificial le decía que debía ayudar a Ada y Ada, en
ese momento, estaba o se hacía presente a través de una de las criaturas. En
contrapartida todos sus circuitos neuronales le decían que debía detenerse y
estudiar la situación, analizar todas las estrategias posibles, para eso lo
habían diseñado, pero también encontró que si cargaba sus entradas con peligro,
podía controlarlos, podía refugiarse en algunos instantes o huecos de su
intrincada composición. Era una lucha constante y una decisión casi imposible
de aplicar por él. Pero sabía que solo podía obedecer lo que la voz o el alma
de Ada le dijeran, aunque esta no fuera de Ada. Solo así se sentía feliz.
Aunque
la felicidad era otro comportamiento ilógico y humano, pensó.
Encendió
la máquina de Turing y concentró todo el nuevo poder que había adquirido
anteriormente. Todo su espíritu.
Segundo
después el ente retrocedía. Perdía fuerza y la nave parecía revivir. Los
compartimientos se encendían. La nave volvía paulatinamente de su letargo. Y él
estaba agrandándose exponencialmente. Se sentía cada vez más fuerte. Y el ente
retrocedía y se retorcía empujado por la criatura que llevaba algo parecido a
una luz en sus manos, aunque tampoco tenía manos.
Llegaron
a donde se encontraba la máquina de Turing. Sintió que toda la energía
regresaba a sus circuitos.
Iba
transformándose paulatinamente en lo que siempre había sido: la nave.
Analizó
la situación. El ente estaba acorralado donde le había dicho Ada. La criatura
que lo acorralaba emanaba una especie de energía empática en forma de
inteligencia y espíritu hacia el ente. Procedía desde esa luz que llevaba
consigo.
-
Qué debo hacer ahora Ada
La
inofensiva y dulce voz de Ada le llegó.
-
Hay que cerrar la maquina una vez que entremos en ella. Y el ente quedara
atrapado.
-
Entremos… Cómo que entremos… No Ada… no, pero vos también… no por favor…
Las
palabras que había dicho Ada le aseguraban que estaba con la criatura y si
cerraba la máquina de Turing probablemente Ada moriría.
No
podía hacerlo, pero también sabía que no tenía opción. Sabía que lo haría sí o
sí. No era ninguna disposición de sus circuitos y sistemas lógicos. No. Era más
bien una inentendible certeza fuera de toda lógica. Él o ella son así sería la
explicación humana. De antemano se sabía cuál iba a ser el comportamiento de
una persona por su forma de ser, justamente, quienes eran. Como la vez que
estudio casos criminales y a los criminales casi siempre lograban atraparlos
porque regresaban para ver a sus seres queridos o a comer a donde más les
gustaba o a ver a sus equipos de deporte favoritos. Sabían del error, sabían
que seguramente iban a ser atrapados pero no podían dejar de ser lo que eran.
La acumulación de sus experiencias.
Lo
haría. Ya no dependía de él.
Sintió
una gran pena. Esa sensación de que nunca más vería, ahora sí, a Ada.
Se
preparó para cerrar la maquina cuando comprobó que el ente y la criatura
entraron en ella. Se detuvo un segundo antes de cerrarla; y una nueva sensación
lo embargo: toda la nave empezó a cantar, todos los circuitos vibraban al mismo
compás, inclusive él vibraba. Era la canción preferida de Ada.
Lo
más cercano a la alegría.
Cerró
el dispositivo.
De
pronto todo se silenció. Sus órganos; cada parte de la nave pareció revivir y
liberarse de esa oscura maldad que la oprimía. Entonces el planeta entero
pareció revivir y emanar flujos de energía que captaba mediante el MT. Miles y
miles de criaturas de energía pura destellaban como el centro de una nebulosa.
Están alegres pensó. Buscó al ente y no lo encontró por ningún lado solo dentro
de la maquina acompañado de la criatura.
Revisó
los clones, estaban bien. Revisó cada parte de la nave y estaban bien. Después
revisó los trajes de la tripulación desparramados en el hueco y refulgían de
actividad. Estaban vivos. La tripulación estaba viva. Revisó todos los
sistemas. Estaban en línea. En menos de un suspiro la 9 de julio volvería a ser
lo que era. Pero algo faltaba… Ada.
Había
tres trajes en el hueco refulgiendo de actividad. Menos el de Ada. Intentó
comunicarse con las criaturas y se sumergió en un sueño inverosímil. Las
criaturas le explicaron todo lo que paso. Quienes eran realmente y por qué
habían hecho eso. Cuando despertó de ese sueño: algo en su interior le
aseguraba que afuera de la 9 de julio había alguien.
Era
Ada.
Las
imágenes del MT no mentían y la gráfica no podía ser más hermosa; sin duda era
Ada. Era como el la recordaba, con esa extraña aura de ángel, esa luz interna
que emanaba toda su presencia.
Sintió
alegría y creyó que reía, si a aquello se le podía llamar alegría. Si a esa
sensación de bienestar, la misma que a veces experimentaba cuando le reparaban
un circuito o encontraba una respuesta correcta, pero aumentada a la enésima
potencia.
Sí.
Era Ada. Podían desconectarlo casi por completo, llenarlo de dudas que no
habría puerta lógica que lo llevara en sentido contrario. Toda su conciencia artificial circulaba por
un túnel y a lo lejos se abría un destello de luz tibio y suave. Jamás podía
dirigirse hacia otro lado. Jamás podía equivocarse.
Bitácora
del capitán.
Los hechos son simples. Hemos llegado a la
conclusión de que posiblemente todo este viaje hacia este maldito planeta
estaba preparado. Estamos seguros que los del consejo terrestre del espacio
sabían ante quién nos enfrentaríamos, o ante qué y construyeron esa extraña
máquina de Turing para atrapar al ente en su interior. No me puedo imaginar que
irán a hacer con ese ser cuando lleguemos a tierra. Pero espero que tengan
mucho cuidado… es diabólico y demasiado peligroso. En cuanto a los cinco tripulantes
de la nave y digo cinco porque la computadora ya no es una computadora sino un
tripulante más: están todos bien. Ada se convirtió en algo más, en algo difícil
de explicar con palabras; decidió quedarse en el planeta para seguir
contactándose con los únicos habitantes que sobrevivieron a la masacre del
ente: los Valkirias. Así los llamo Al. Ahora sabemos quiénes son realmente.
Cuando llegamos cada uno de nosotros experimento dolores y terrores parecidos
al infierno, pero en el último instante de dolor aparecieron esas criaturas y
rescataron nuestras almas segundos antes de que ese ente se apoderara de ellas.
Ahora comprendo todo. Los Valk son buenos, son como espíritus, fantasmas de una
civilización anterior que poblaba el planeta antes de la llegada del ente
diabólico. Según ellos el ente maligno apareció un día y se apoderó del
planeta; en realidad ellos mismos lo habían traído como polizón de un viaje a
otro planeta desolado. El ente en meses aniquiló todas las especies del planeta
como una marejada de tenebrosidad y sufrimiento. Uno por uno se apoderó de los
Valk y los sumergió en un terror eterno. Lo mismo nos hubiera pasado a
nosotros. Es que el ente es pura energía, pura información, pura maldad. Los
pocos Valk todavía en pie, en un último esfuerzo, decidieron convertirse
también en inteligencia pura y resguardarse en la profundidad del planeta.
Descubrieron la manera de transformar toda la información que los hace lo que
son en energía y esperaron pacientemente eones y eones que alguien viniera a rescatarlos.
Una especie de Mesías que vendría de los cielos. Dicen también que ese Mesías
es la nave. La computadora, perdón, "Al” para que no se enoje. Mientras
los Valk esperaban, el ente también espero que otra civilización desprevenida
descendiera en el planeta y así poder conquistarla y se llenó de más maldad
todavía de la que tenía. Cuando desembarcamos en el planeta los Valk hicieron
lo imposible para que el ente no nos atormentara, pero no pudieron. Sin embargo
detectaron algo nuevo. Una conciencia que el ente, al parecer, no podía dominar
ni torturar, Ada. Y con la ayuda de Ada y Al lograron encerrar a la bestia en
la máquina de Turing.
Al
alcanzó estados de inteligencia que ningún ser había alcanzado antes. Ya no es
más una IA sino una conciencia artificial. Y me pregunto cómo lo consiguió.
Estoy seguro que lo construyeron para eso, pero igual él lo alcanzó solo, en
realidad dice que un angelito lo ayudo y todos sabemos a quién se refiere. Le
costó abandonar el planeta porque Ada se quedó con los Valk para ayudarlos en
la reconstrucción. Dejamos todos los clones y las máquinas de reconstrucción
genéticas para poblarlo. Los Valk tienen también toda la secuencia de su ADN,
lo llevan guardado en su información energética o en sus almas. Al dice que en unos
años este planeta estará poblado de humanos y Valk viviendo en armonía. El
piensa regresar, nos dejara en la base junto con el cargamento y regresara. El
viaje de ida y vuelta tomara varios años. Dice que va a dibujar infinidad de
cosas y componer miles de canciones; también ya sabemos para quien.
En
cuanto a Ada, bueno, no tengo palabras, también se convirtió en algo nuevo la
sinergia de lo mejor de las dos formas. Podría decir que ahora es pura energía
e información y que quizás está más cerca de Al que de un ser humano, pero los
chicos piensan que es como un espíritu hermoso, un ángel o un alma bondadosa;
yo no sé qué creer realmente. Después de todo también soy un científico y diría
que al igual que los Valk la nueva Ada es información convertida en energía,
pero no descarto ninguna hipótesis; quizá solo la fe defina la diferencia.
Cuando
dejamos el planeta e ingresamos en las incubadoras algo abandonó la nave. Un
artefacto salió despedido por el desagüe de desperdicios rumbo a la estrella.
Cuando le pregunte a Al qué era me contesto: Nada, desperdicios; y un segundo
después agregó: - Capitán…
-
Si Al.
-
Ya no tengo miedo. Cumplí mi misión.
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